Durante siglos no existió lo que podríamos denominar "imagen o talla para vestir", sino que era la propia representación, talla o pintura, la que incorporaba los detalles de vestiduras y ornamentos con una evolución permanente en el gusto y en las formas. Así, en el arte románico se trazan los pliegues de las ropas mediante líneas simétricas, con poco realce, sencillas y casi pegadas al cuerpo. En el gótico los pliegues y las caídas de las vestiduras son prolijos en vueltas y relieves obteniéndose así una sensación mayor de realismo y movimiento. El estilo renacentista, que desarrolla el tema religioso sobre todo en la pintura, se va a caracterizar, precisamente, por el tratamiento de las vestiduras; mientras que Cristo, María y los apóstoles visten a la usanza judía de los primeros siglos, el resto de personajes, aun los bíblicos, serán representados con vestidos con colores y texturas propias de ese momento renacentista.

Sin embargo y a pesar de que ya existen algunas imágenes románicas y góticas vestidas con telas, no sería hasta finales del siglo XVI, con el barroco, cuando se extiende de forma generalizada la "imagen para vestir" y la moda de vestir esas tallas cubriendo su policromía.

A partir de entonces, las formas y el modo en que se visten las imágenes de la Virgen, ya sean dolorosas, ya sean de gloria, como es el caso de la Virgen de los Ángeles, han ido cambiando de estilo y evolucionando a lo largo de los tiempos, bajo la influencia también muy importante de las costumbres de cada lugar.

Pero si nos preguntamos de dónde viene ese gusto por los mantos, los brocados y los bordados, deberíamos remontarnos hasta el siglo XVI, cuando la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, encargó al imaginero Gaspar de Becerra una talla de la Virgen que representara a la de un lienzo de la Virgen de la Soledad que la propia reina había traído desde la corte francesa. La camarera mayor de la reina, doña María de la Cueva y Toledo, Condesa viuda de Ureña, una vez concluida la talla, propuso vestirla como una viuda de la aristocracia de la época, regalándole para ello un vestido suyo, por la semejanza entre el hábito característico de las viudas castellanas y el que se suponía llevaron las mujeres hebreas en su tiempo. La idea de la camarera mayor fue considerada muy acertada, instaurándose a partir de entonces una tradición de vestir a las imágenes, que se propagó rápidamente, y a la que siguió la costumbre entre las damas reales y de la nobleza de regalar sus vestidos y alhajas para las imágenes.

Además de las citadas vestimentas, las imágenes de la Virgen suelen desde entonces complementarse con las alhajas donadas por sus devotos, una corona o aureola rodeada de estrellas y una ráfaga de rayos de plata que en ocasiones las enmarca.

La imagen de Nuestra Señora de los Ángeles es una talla completa de madera policromada, del año 1610. En el siglo XVIII comenzó a ser adornada para dar más relevancia a lo que representaba: la imagen de María, Madre de Dios. Para ello fue revestida, tapando la talla con telas que formaban su túnica y un manto que pretende representar el "manto de misericordia", como símbolo del amparo que los hijos buscan en la Madre; con pelo natural creando una peluca; con oro y plata para engalanarla con la corona, arco-ráfaga y media luna, convirtiéndola en Reina del cielo; y una profusión de joyas, que es el reconocimiento simbólico hacia María por su naturaleza de Reina Madre y Sagrario de Cristo.

Está documentado que, durante ese siglo XVIII, los getafenses que sienten cada día más veneración por su Virgen, en agradecimiento a sus favores, se interesan en la confección de un nuevo manto de acuerdo con la moda del momento. Para ello se busca una artesano madrileño, Tomás de Salas, maestro bordador, quien les aconseja elegir una buena tela, preferentemente de griseta; decantándose finalmente por una tela en color blanco, además de un tafetán rojo para el forro y su correspondiente fleco en oro fino para la guarnición del manto.
Se inicia la confección del manto bordándose todo él en oro fino brillante y plata. La obra una vez acabada resultó una maravilla, dejando plenamente satisfechos a todos cuantos la vieron. El importe de la factura, con la hechura, telas, pasamanería, oro y plata, más los desplazamientos ascendió a 11.558 reales.
Se tiene constancia también de que, en el año 1735, una dama de la Reina, agradecida por los favores recibidos de la Virgen de los Ángeles, dona un precioso traje de “persiana” para que se hicieran con él un manto para la Virgen y un vestido para el "niño perdido", imagen que había en uno de los altares de la ermita. La hechura de ambos costó 932 maravedís (Marcial Donado y Manuel de la Peña,1983).

Las camareras son las responsables de vestir a la Virgen, decidiendo el manto que se le pone a la Imagen y procurando elegir el color según la festividad del año que reza en el santoral en cada momento.

Fue el Papa Inocencio III quien, finalizando el siglo XII, fijó el uso respectivo de los distintos colores para las festividades del año, determinándolo según la costumbre establecida y quedando así completa la constitución de las vestiduras sagradas. En 1530, el cardenal Tavera de Toledo publicó unas directrices sobre la forma de vestir a las imágenes; si bien, no fue constante y firme del todo hasta casi finalizar el siglo XVI.

  • El color Blanco representa a Dios y simboliza pureza, paz, luz, alegría y tiempo de júbilo . La liturgia de la iglesia lo utiliza en las fiestas gozosas, como la Navidad, Pascua, Corpus Christi y fiestas del Señor no relacionadas con la Pasión.
    Durante estas fiestas Nuestra Señora de los Ángeles viste sus mantos de color blanco.
  • El color Rojo simboliza la sangre del martirio y la fuerza del Espíritu Santo. En la liturgia es propio del Viernes Santo, fiestas del Señor referidas a la Pasión, fiestas de los mártires y fiestas o misas del Espíritu Santo, entre otros, el día de Pentecostés.
    Nuestra Señora de los Ángeles, exhibe siempre en la Misa y Procesión del Domingo de Pentecostés su manto rojo, el más significativo por estar confeccionado con las donaciones del pueblo de Getafe.
  • El color Negro simboliza la preparación espiritual, el luto y el sufragio por los difuntos. Utilizado en Adviento y Cuaresma por ser tiempo de penitencia; tras la reforma litúrgica de Pablo VI, su uso es potestativo en lugar del morado. Tanto en el rito romano ordinario como en el rito romano tradicional se usa el Viernes Santo. Usado también en las celebraciones exequiales y misas de réquiem.
    Estos días la Virgen luce su manto azul marino, el más oscuro que posee, y que le fue donado por las Carmelitas Descalzas del Cerro de los Ángeles, siendo Priora Santa Maravillas de Jesús.
  • El color Azul simboliza la pureza y la virginidad. España y Latinoamérica tienen el privilegio de utilizar el color azul en la solemnidad de la Inmaculada Concepción.
    La Virgen de los Ángeles es una Inmaculada y en esta fecha sus camareras la visten con alguno de los mantos de color azul que posee la Imagen.
  • El color Morado es símbolo de preparación espiritual y penitencia. Se usa en los tiempos de Cuaresma y de Adviento, tiempos de preparación para la Navidad y la Pascua respectivamente; también se usa en la administración del sacramento de la penitencia y, en general, en todo tipo de actos penitenciales. Desde la reforma litúrgica se dispone su uso para los sufragios por los difuntos, reemplazando el color negro que se utilizaba en la antigüedad. También es morada la estola del sacerdote cuando imparte el sacramento de la penitencia o en las misas penitenciales o de petición de perdón.
  • El color Verde simboliza la virtud de la esperanza. Es propio del Tiempo Ordinario, después de la Navidad hasta la Cuaresma y después del Tiempo de Pascua hasta el Adviento, en los domingos y en aquellos días que no exigen otro color.
  • El color Rosa simboliza una relajación del rigor penitencial. Se utiliza en los domingos de "Gaudete", tercero de Adviento, para indicar la cercanía de la Navidad y "Laetare", cuarto de Cuaresma, para indicar la cercanía de la Pascua, aunque hoy día es optativo.
  • Los colores Dorado y Plateado, como tales, no son colores litúrgicos, pero pueden usarse para sustituir cualquier otro color, especialmente el blanco y con la excepción del morado y negro, como una variación o solemnización.
    Normalmente el dorado se usa en las celebraciones como la Misa del Gallo de la Natividad de Jesucristo y la Vigilia Pascual del Domingo de Pascua de Resurrección.

Haciendo juego con el color y bordado del manto y complementando la vestimenta de la Virgen están: la túnica o delantal que reviste la parte delantera de la imagen, los manguitos que cubren sus brazos, el velo y las enaguas.

Esta vestimenta cotidiana de la Virgen la completan la ráfaga, la media luna y la corona de estrellas, como símbolos de la Inmaculada Concepción de María. La Virgen es preservada del pecado desde el mismo instante de su ser natural porque iba a ser la Madre del Señor.

Dichos atributos provienen de la narración de Juan en el Apocalipsis: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz” (Ap 12,1-2).

Este es el argumento simbólico que sirve de base para la representación plástica que rodea muy frecuentemente a la imagen de la Virgen.

Los Mantos

El manto es símbolo de protección y cubre a la Virgen de misericordia, amparando bajo el manto a todos los que se refugian en Ella. El manto lo usaban los profetas; también María es profeta. María en el Magníficat anuncia la salvación de Dios.

En el inventario que se hizo con motivo de la visita, en 1722, del enviado eclesiástico del Arzobispo de Toledo, don José Pérez de Lara, ya se citaban entre los bienes propiedad de la Virgen mantos guarnecidos de plata, confeccionados en ricas telas.

Pero no sería hasta el inventario realizado por el también visitador eclesiástico, D. Sebastián Sobrino y Esquivel, el 23 de octubre de 1814, para aclarar los efectos causados por la Guerra de la Independencia en el patrimonio de la Virgen, cuando entre sus muchas pertenencias y enseres, en el capítulo de mantos se citan de forma detallada los siguientes (Marcial Donado y Manuel de la Peña, 1983):

  • Un manto rico bordado de oro fino orleado con fleco de lo mismo y 1.636 gramos de aljófar.
  • Un manto griseta de plata, con ramos tejidos de oro y galón de lo mismo.
  • Un manto de nuez matizado de flores y listas de color rosa.
  • Un manto de lo mismo de color rosa, matizado con flores de lo mismo, con encaje de plata fina.
  • Un manto de tela de oro sobre escamilla blanca, con un encaje de 4 dedos de plata fina.
  • Dos mantos de nuez azul con ramos de plata.
  • Un manto de nuez campo verde, matizado de florecillas blancas y franjas de color de fuego.
  • Un manto blanco de nuez con encaje de oro fino, este se quitó el encaje para ponerle en el que dio Juan Pingarrón bordado en oro.
  • Un manto de gasa de china, con sus flores y guarnición de gasa de plata y punta de lo mismo.
  • Un manto de tafetán doble, de varios matices y listas de plata y oro, con guarnición de gasa de plata.
  • Un manto de melanía azul con ramos y tejidos de plata y guarnición de encaje de plata.
  • Un manto de color verde de seda de melanía, con ramos y entretejidos de oro con guarnición de encaje de oro.
  • Un manto de rosa encarnado con matices de terciopelo, y varias franjas blancas, con encaje de blonda de seda.
  • Un manto de raso de plata, con encaje de lo mismo alrededor.
  • Un manto de melanía morado, con flores verdes y blancas, guarnecido de encaje dorado y plateado.
  • Un manto de raso bordado de seda, con una punta de plata falsa.
  • Un manto de color de leche, con bordado de estrellas de lentejuelas de oro falso y puntilla de lo mismo.

Actualmente, Nuestra Señora de los Ángeles mantiene una gran colección de mantos en distintos tonos y tejidos, con una gran profusión de bordados y adornos, componiendo uno de los conjuntos patrimoniales más importantes.

Los Velos

Dentro de la iconografía con la que se suele representar a la Virgen esta siempre aparece tocada por un velo que cubre su cabeza, y que cae sobre sus hombros; es símbolo de la pureza y virginidad perpetua de María. Representa, así mismo, la modestia y hace referencia a la consagración de María a Dios, a su condición de sierva del Señor.


También en el mismo inventario de 1814, en el capítulo de velos, se citan de forma detallada los siguientes (Marcial Donado y Manuel de la Peña, 1983):

  • Un velo de escamilla de color rosa, guarnecido de puntilla de plata falsa.
  • Un velo dorado bordado de flores de seda.
  • Un velo de raso azul con listas del mismo color y blancas.
  • Un velo de color de caña con flores.
  • Un velo de color carmesí, muy pequeño, con flores y galón de encaje de oro falso.

En la actualidad, la Virgen de los Ángeles cuenta con una gran variedad de velos en diferentes tejidos, aunque predominan los bordados en tul. Todos ellos confeccionados con distintos diseños y técnicas, dando lugar a un conjunto de velos único y original.

Los Delantales y Manguitos

El delantal es una parte imprescindible de las vestiduras de la Virgen y siempre va adornado con bordados de filigrana y motivos marianos.
Los manguitos cubren los antebrazos de la Virgen hasta sus manos y, generalmente, van a juego con el delantal.

Las Enaguas

Nuestra Señora de los Ángeles, como parte de su vestimenta, dispone de una gran variedad de enaguas adornadas con ricos bordados.
La mayor parte de ellas son de color blanco con primorosas telas bordadas y preciosos encajes; en general, se trata de prendas realizadas a mano con absoluta perfección, en las que se mezclan arte, diseño y devoción.

Los Arcos-Ráfagas

El arco o ráfaga rodea, enmarca, envuelve a la imagen, porque María es la "Llena de Gracia", está llena de Jesucristo, autor de la Gracia. La ráfaga también se asocia con la custodia, el ostensorio, no en vano María es el primer sagrario.

Nuestra Señora de los Ángeles dispone de dos arcos de plata, autenticas joyas de orfebrería religiosa.

Las Coronas

La corona es propia de los reyes. María es reina porque su Hijo es rey. Por razones históricas se suele representar a la Virgen con corona real, al estilo de las que lucieron los reyes, como símbolo de plenitud y majestad.

Las estrellas en la corona aluden a las iglesias, según el Apocalipsis, incluso tienen un número de doce, no siempre respetado en las representaciones, en clara referencia a los Apóstoles. María es la "stella matutina", la estrella de la mañana que anuncia la aurora, el nacimiento del Hijo de Dios.

La Virgen de los Ángeles, como parte de sus enseres, cuenta con cuatro coronas en plata y plata dorada con una riqueza artística y simbólica extraordinaria.

Las Medias Lunas

La media luna es uno de los símbolos apocalípticos. También a la Virgen se aplica lo que dice el Cantar de los Cantares: “Hermosa como la luna y limpia como el sol” ( 4, 12). La luna y el sol, en el lenguaje simbólico indican la unión entre el cielo y la tierra.

Se sitúa a los pies de la imagen de la Virgen como símbolo de su Inmaculada Concepción y también recordando a la mujer del Apocalipsis, signo de María y de la propia Iglesia.

Tres son las medias lunas que actualmente luce Nuestra Señora de los Ángeles.