Cuadernos del Matemático fue una revista de vanguardia a la antigua usanza; es decir, luchó por llevar a buen término proyectos y sueños, pretendió abordar críticamente la realidad de la creación en todos sus ámbitos aunque, sobre todo, en el literario, en el poético, dando cabida en sus páginas a las tendencias creativas más diversas. Convivieron en ella esencias maduras y elixires jóvenes, sin más pretensión que la de mostrar, la de ser espejo de su presente. Por otra parte, fue un lujo literario en el que el rigor se asoció con la experimentación dentro de una presentación impecable.

La revista la editaba el Instituto Matemático Puig Adam de Getafe desde finales del año 1988 hasta finales de 2018. Durante esos 30 años se tiraron 58 números, más un número 0 y dos especiales. Cuadernos del Matemático se convirtió en referencia obligada e inexcusable para quienes tenían interés en los campos que abordaba tanto en España como fuera de ella.

Encartados en los ejemplares de la mayoría de sus números había dos Suplementos: Lavarquela que recogía normalmente un tema monográfico de los campos del arte de especial interés bien en el pasado o bien en el presente y Les Cressons Bleus (Los Berros Azules) donde aparecían normalmente versiones y traducciones de poemas o prosas literarias de otras lenguas (italiano, francés, inglés, noruego…).

Por todo ello supo que en el escenario y en el tiempo en los que surgió desempeñaba uno de los papeles mejor aseados entre los personajes que intentaron dinamizar el drama cotidiano. Sabía también que proporcionaba los placeres del trabajo manual, de la artesanía olvidada... Sabía que servía para reforzar lazos de amistad y crear otros nuevos. Estaba segura de tender puentes de conocimiento, de ser manantial dialéctico de teorías y experiencias, de abrir foros en todos los frentes en los que la vida individual y social se desenvolvían: trabajo, ocio, política, salud, deportes, cultura, artes, libros...  Entendía por enseñanza lo que la primera acepción y más obvia indica: “muestra, poner algo delante de los ojos” y además, jugando con el nombre del instituto en que alentaba, quiso ir más allá de la literatura; el juego callado de la matemática, su orfismo musical se le ocurría, en ingenua expectativa, una tentación, una, aún incierta, promesa de poesía nueva. El fragmento último del editorial del nº 0  lo expresaba así: Al matemático le gusta el juego, todos los juegos; se complace en guardar en su cartera palabras que son ya nuevas, hurgadas con ternura... A poquitos, cuando tiene su casa sosegada, va llenando sus cuadernos con ansias de varia lección, de ámbito diverso. Estos son sus Cuadernos, sus papeles en secreto secretados. Caben aquí todas las voces, todas las melodías. Sólo se exige la buena crianza de una mediana ortografía -tampoco es cuestión de ponerse muy pesados-. Valgan.